miércoles, 8 de diciembre de 2010

Larga vida con días buenos

Pensando en que los días corren, y el año va declinando hacia el final, y que en días más estaremos despidiendo el año en curso y recibiendo uno nuevo, donde otra vez debemos acostumbrarnos a usar el flamante calendario que tendremos en nuestras manos, que el Señor nos permitirá por su bendita y eterna gracia, (Digo acostumbrarnos al calendario, porque generalmente en las fechas que colocamos en los primeros días del año, caemos en las erratas, y asentamos las fechas con el año que terminó).
Digo que la eterna gracia del Señor nos entregaría otro año, por esa tan grande misericordia con que nos ama; porque realmente el comportamiento del ser humano no es tal como Dios lo demanda para cada día en su presencia. El salmista dice que Dios, “..no nos ha pagado conforme a nuestras rebeliones y pecados..” (Sal. 103:10)
Cada día tengo que clamar al Señor para que el me guíe paso a paso al caminar en los días y en los tiempos en que estamos viviendo. Todos los días oímos de aquellos que parten de esta tierra. Unos son salvos por la gracia de Jesucristo, pero otros se van sin la “..salvación tan grande..”
Mientras pensaba en que todos debemos presentarnos delante del Señor, cuando él lo disponga, pensé también en mi condición personal, sin caer por supuesto en condenaciones, ni propia ni de terceros; pues nuestra justicia en Cristo permanece, en tanto que nosotros permanezcamos unidos y aferrados a él.
Sin embargo, he hallado que si bien soy salvo, como salvo debo cuidar y ocuparme de la salvación cada día, guardando mis vestiduras blancas, también se que soy un soldado de Jesucristo, y como tal debo mantener la disciplina en las filas del Señor.
Una de las disciplinas que tanto nos cuesta, es el callar. Recuerdo que por hablar aún por lo más bajo en el silencio, cuando estuve en el servicio militar, tanto a mí como a mis compañeros, nos ha tocado soportar duras disciplinas.
La palabra de Dios nos habla mucho acerca del hablar, y siempre con algún parámetro. Tanto que se nos dice que hay “..tiempo de callar, y tiempo de hablar..” (Ec.3:7) Lo que más nos cuesta es lo primero: callar.
La falta de disciplina en éste aspecto, ha traído graves problemas, heridas, y divisiones en la sociedad humana, y en la iglesia del Señor. Porque casi en forma general, nos gusta el hablar.
El apóstol Santiago, con toda la autoridad que se le ha asignado divinamente por el Espíritu Santo, dice: “..todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar..” (Stg.1:19). Muchas veces, porque queremos ser escuchados en nuestros problemas, hablamos más de la cuenta. Otras veces, por pretender ser “vox pópuli”. Y el hablar se usa mucho más para criticar, desdeñar, zaherir e infamar. ¡Que triste!
Ahora ya casi concluyendo, quiero tomar rápidamente el Salmo 101:5. “..Al que solapadamente infama a su hermano, yo lo destruiré..” ¿Es palabra del Señor? Sí; es palabra del Señor. Y “..Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reargüir, para corregir, para instruir en justicia..” (1Ti.3:16). Corrijamos nuestro hablar.
Corregir, sería mojarnos con la sangre de Jesús, no solo los lóbulos de las orejas, como lo hacían en el Antiguo Testamento, (Ex.29:20) sino también en la boca, los labios y la lengua; de éste tan pequeño miembro habla bastante el apóstol Santiago; nos anima y nos enseña a gobernarla. ¿Será para no caer bajo el veredicto del Salmo 101?
Guárdenos el Señor, y no murmuremos más, los unos de los otros, para poder gozar de largos y muy buenos días, que el Señor en su misericordia nos dará.
Pastor Manuel Romero

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